¿Ya te hartaste de tu protagonista? Sácale jugo a los personajes secundarios
Don Quijote no sería lo que es, sin Sancho Panza; Norman Bates no existiría como lo conocemos sin su madre, Norma Bates; Jo March no contaría una historia personal si no fuera por sus hermanas y el mismo Superman no tendría esa moral de hierro si no fuera por su padre, el Señor Kent. Los personajes secundarios, bien llamados “de soporte”, por la academia hollywoodense, son contrastes, complementos, espejos y modelos para nuestros protagonistas.
Cuando trabajas una historia extensa, hay momentos en que te aburres de tu protagonista y no sabes qué hacer con él: las subtramas de los personajes secundarios siempre te darán un descanso y te permitirán volver a la trama principal con nuevas perspectivas. Por otro lado, en las historias breves, los protagonistas ganan dimensión gracias a sus relaciones con estos personajes aparentemente pasajeros que también pueden darles profundidad, facetas, sentido.
Antes de echarnos un clavado a las posibilidades que tienen y porque no puedo dejar de lado mi choro de profe, habría que recordar la clasificación más básica que tienen los personajes dentro de una historia:
Protagonista: quienes cargan el peso de la historia, la trama principal, son aquellos cuyo desarrollo y cambio (o falta de cambio, como en el caso de Bartleby de Herman Melville), trazan el arco narrativo principal. Van en busca de algo, ya sea de manera consciente o inconsciente y llevan la carga emocional del relato. No es necesariamente ‘el bueno’, y como ejemplo basta recordar a Grenouille, el protagonista de El perfume, quien busca crear un aroma que lo humanice, el aroma del amor y asesinará mujeres para lograrlo.
No hay nada más aburrido que el o la protagonista perfectos y es por esto que algunos de los más memorables son fallidos o incluso moralmente cuestionables.
Antagonista: aquel personaje que, de manera constante, intermitente o al menos por un momento, se opone a los objetivos del protagonista. No es ‘el malo’, simplemente, el obstáculo y no tiene que ver con cuestiones morales. Si bien, el antagonista del Gran Gatsby es Tom Buchanan y es odioso, lo que lo hace antagonista es que es un obstáculo para el amor entre Daisy y Gatsby.
Otro ejemplo de este rol, es, por ejemplo,el del cónsul Antoine Richis, de la novela El Perfume, quien se opondrá al objetivo del protagonista Grenouille, tratando de salvar a su hija de las garras de este hombre cuya meta es crear el perfume del amor, extrayéndolo de mujeres a quienes asesina.
El rol antagónico también puede ser voluble: un personaje que inicialmente fue aliado del protagonista se vuelve antagónico o viceversa. En la serie Breaking Bad, por ejemplo, Pinkman, el ‘Sancho Panza’ del protagonista, termina siendo el antagonista al no poder manejar los niveles que alcanza abuso de poder de Walter White.
Un personaje que primero es antagónico y luego, aliado del protagonista, es, por ejemplo, el hermano de Ana Karenina, quien al inicio de la novela es un adúltero al que Ana tiene que ir a reprender, alejándola momentáneamente de su marido y sus deberes de esposa, y que hacia el final de la novela, cuando ella sea la mujer infiel, será el único que la defienda.
Secundario: no se opone al protagonista, tiene su propia trama o sus propias motivaciones. A veces su función es sólo poner en marcha hechos que mueven al protagonista. A veces también podrá ser su aliado, su espejo, su complemento, funciones que exploraremos ahora con más calma, tomando en cuenta que, al igual que los antagonistas, pueden tener más de una función y cambiar a lo largo del arco narrativo del relato.
a. Relación complementaria: el personaje secundario tiene las habilidades, cualidades o defectos que le faltan al protagonista, de modo que, cuando éste necesita de ellas, el personaje secundario provee estas habilidades y lo apoya en su desarrollo. Sancho Panza, descreído, interesado e ignorante, es el ancla del fantasioso, idealista y culto Don Quijote. Hermione es la cabeza y la estrategia y Ron es el corazón de Harry Potter, liberando al protagonista de convertirse en el clásico héroe que puede con todo (y que usualmente, termina siendo odioso demasiado pronto).
b. Relación de espejo: el personaje secundario representa, en otro ámbito, lo que el protagonista es en el suyo. Funciona como un reflejo, una realidad distinta pero equivalente a la realidad del protagonista. Nick, tiene una relación de espejo con Gatsby en la novela de Fitzgerald. Se identifica con Gatsby en que tiene un origen humilde, trabajador, pero, a diferencia del protagonista, está buscando escalar socialmente desde la legalidad. Es por esto que Nick se involucra tanto e idealiza de tal manera a Gatsby en su narración. Que Nick se salve al final de la corrupción de la clase alta de Nueva York, resulta un consuelo, precisamente por su paralelo con Gatsby.
c. Comparación o advertencia: en esta relación, el personaje secundario puede funcionar como una demostración de lo que sucedería si el protagonista tomara tal o cual decisión. El personaje secundario funciona como una especie de espejo cuya función es, más que identificarse con el protagonista, demostrar qué sucedería si el protagonista hubiera tomado una decisión que no tomó. Digamos que representa lo que le sucedería al personaje en un universo alternativo, o si tuviera una condición mínimamente distinta. Puede ser una advertencia para el protagonista: si sigues por este camino, terminarás como este personaje secundario. Puede ser también una alternativa positiva: si hubieras hecho esto, hubieras sido feliz, por ejemplo. El ya mencionado hermano de Ana Karenina, sirve para comparar la diferencia con la que son juzgados socialmente hombres y mujeres: ambos son adultos, pero él sale impune por ser hombre.
Otro ejemplo es el capitán Robert Walton, de Frankenstein, para quien la historia del hombre que cruzó los límites de la ciencia y creó un monstruo resulta ser una advertencia para que reconsidere su objetivo de conquistador del ártico y se salve antes de perderse para siempre, como lo hizo Frankenstein
Un último ejemplo, en el cine, es el boxeador Apollo Reed, quien muere en el ring por dárselas de muy confiado contra el implacable Drago y será una advertencia para Rocky, en la cuarta película de la franquicia.
d. Mentor o agente de cambio: la relación puede ser la de transmitir algo al protagonista que éste necesitará para su desarrollo o funcionar como un motor que lo orilla al cambio, a crecer o a perderse, sin que esta sea la intención directa el personaje secundario. Dumbledore y Sirius Black, son mentores de Harry Potter y le otorgarán conocimientos y habilidades que le servirán para su enfrentamiento final con Dumbledore, pero Snape, será un agente de cambio, constantemente retando al joven mago y generando cambios en la trama sin ser un aliado.
Beth, la hermana más frágil de la familia March, muere y funciona sin quererlo como un agente de cambio para la protagonista, Jo, quien se cuestiona su lugar en la vida y se enfrenta, finalmente, al cambio en su literatura y la posibilidad del amor.
e. Interés amoroso: como bien lo dice esta función, su relación con el protagonista tiene que ver con que es el objeto de su deseo, su idealización amorosa o su obsesión (el amor no siempre es sano entre nuestros personajes). Puede corresponder a este amor o no.
f. Confidente: es el personaje en quien el o la protagonista confía, no siempre porque así lo decida a la primera, también puede ser porque es confrontado u obligado a hablar. Si es un amigo, puede preguntarle qué le pasa y acorralarlo o si es un terapeuta o el agente encargado de su libertad provisional, el protagonista no tendrá mucha opción. En la primera temporada de True Detective, por ejemplo, el confidente serán los hombres que realizan la entrevista a Rust y Hart, que son a su vez, confidentes uno del otro en aquellas secuencias al interior del auto, mientras cubren el caso.
El confidente permite que el o la protagonista diga cosas en voz alta que de otra forma conservaría en su interior. Para evitar esas escenas de largos monólogos frente a un espejo, poner en acción a un confidente es muy útil y da dinamismo a las confesiones del protagónico. Si el confidente, por su propio desarrollo, se convirtiera después en antagonista, tiene todas las armas y recursos que tiene para complicar al protagonista (este es otro ejemplo de cómo múltiples funciones y cambios de función pueden generar trama).
g. Voz del lector o voz del público: son aquellos personajes que elaboran ideas o preguntas que anticipan las dudas, preguntas o ideas que eventualmente pueden asaltar al lector, respondiéndolas de forma que no sean una distracción. Son muy usados en historias de ciencia ficción para explicar algún termino o para que entendamos por qué un personaje toma una decisión que de inicio no parecería lógica. También en historias de terror o suspenso, permiten establecer y mantener la verosimilitud, porque nos dicen o preguntan en voz alta eso que podría hacer que cuestionemos toda la historia. Al poner estas dudas sobre la mesa, otros pueden responderlas (no siempre es el protagonista quien las dará) y la fina línea de la verosimilitud se mantiene. Un gran uso de esta función se da en la serie de Chernobyl, a través del personaje de Scherbina, quien con sus preguntas permite que el protagonista nos explique cómo funciona un reactor y los efectos de la narración en los primeros capítulos.
h. Voz del autor: esta función la cumplen los personajes que expresan las ideas que para el autor o la autora son importantes. Es raro ponerlas directo en boca del protagonista (claro que se puede hacer, pero a veces, el autor o la autora necesita decirle algo al protagonista, ensayar sobre algo, expresar una idea que pudiera sonar mejor en boca de un secundario, para sonar más casual) y estos personajes sean pasajeros o sean personajes importantes con subtramas desarrolladas, pueden facilitarte expresar lo que quieres decir a través de tu historia o en un momento determinado.
En Una historia de fantasmas, se aprovecha a un personaje completamente pasajero para hacer de voz del autor: el tipo que arruina el buen ánimo de una fiesta hablando sobre lo insignificantes que somos para el universo y cuyo monólogo le da sentido a toda la película.
Los personajes secundarios no solo ayudan a enriquecer a tu protagonista, muchas veces son el motivo por el que un lector termina una novela, una película o una serie (yo terminé Breaking Bad por Mike y por Pinkman: detestaba profundamente a Walter White).
También es verdad que como autor, a veces ya no soportas a tu protagonista o no sabes a dónde llevarlo, de pronto, has perdido un poco la dirección o simplemente, necesitas aire fresco. En lugar de escribir un cuento para despejarte o llevar un proyecto paralelo, trabajar una subtrama para tu personaje secundario te permitirá distraerte y no abandonar tu novela, aportándole aire fresco.
Generalmente, cuando yo me he clavado en un personaje secundario (basta un capítulo desde el punto de vista del secundario o siguiéndolo a él directamente), vuelvo a la trama principal con nuevas ideas y con la capacidad de ver a mi protagonista con nuevos ojos. A veces, si esto te funciona, puedes repetirlo en otros momentos de la novela, de modo que haya un ritmo o un contraste o para dar un salto de tiempo. Cervantes, por ejemplo, se olvida del Quijote y le regala a Sancho un capítulo en el que le obsequian una isla y lo tratan como rey. Esto mostrará nuevos aspectos de la personalidad de Sancho y servirá al novelista para que el tiempo pase y, cuando Sancho descubra que odia gobernar, regrese a buscar al Quijote y lo encuentre, también, cambiado.
Si no quieres perder la dirección o si estás trabajando algo más breve, basta con poner al secundario en acción dentro de la misma trama del protagonista, darle un párrafo de atención, sin perder el punto de vista que has estado manejando, puede ser suficiente.